Seleccionar página
Lalita

Las chanclas dejaron de apuntar a la entrada de la sala circular. De repente todos os fuisteis. Paco… La música después… Mangala…

Bajé a darme un último baño en las pozas. Subí fresco y renovado.

Compré un par de jabones y un colgante ya con el suelo del comedor a medio fregar. Jero y Angele también se despidieron y al rato las dos mujeres que pacientemente recorrían el lugar entre coladas, camas, fregonas y demás quehaceres…

La sala descansaba todavía con el horario.

En un suspiro ya no había nadie, solo yo, sentado en mi lugar preferido, a la sombra, en un completo silencio interrumpido por el arroyo, los pájaros y los insectos.

Fui consciente de esa soledad, de ese regalo, otro momento mágico. «Tenía que quedarme solo, claro!»

Me puse en posición loto impregnándome de todo. Dibujaba vuestras estelas perfectamente y os recordaba en el círculo de bendición antes de las comidas, en las prácticas, en el descanso, saliendo rumbo a alguna poza, subiendo y bajando infinitas veces a las habitaciones, comiendo en las mesas, riendo, llorando, sintiendo, amando… VIVIENDO.

No estabais pero os escuchaba, os veía, os sentía…

Me tumbé, relajado, descansado.

Gopika apareció de su visita a Nadia una hora después, recogímos y dejamos a Lalita en su merecido descanso.

Gracias por vuestro regalo. Este, en forma de recuerdos es el mío. Poco es para todo lo que me habéis dado.

Namasté!

Descarga todas las imágenes en color

 

Descarga todas las imágenes en blanco y negro